NOTA N° 6: «Dead ringers» («Pacto de amor» o «Inseparables», según el traductor) (1988) (David Cronenberg), con la actuación estelar de Jeremy Irons, en una insólita y soberbia interpretación de dos papeles simultáneos.
Parece una variante del mito de Narciso en clave fraterna, en el sentido de la dualidad especular (o sea, en espejo), lo cual va de la mano inexorablemente de la ambivalencia de sentimientos de amor y de odio y el inevitable destino mortal (en la leyenda clásica, por medio del ahogo en el abrazo de la propia imagen reflejada en el agua, sin que se sepa como tal, es decir, como propia).
En la historia de la película, esta simetría perfecta de personas intercambiables se quiebra a partir del enamoramiento, que introduce al tercero en discordia (en este caso, la mujer), a partir del cual ya no habrá armonía y comienza el derrumbe psicofísico, profesional, laboral, fraternal. El hermano enamorado ya no podrá jugar el mismo juego mórbido y arrogante: se ha vuelto inseguro, desconfiado, celoso, frágil, en contraste con el hermano imperturbable y cínico.
Esta película podría caracterizarse sin mucho riesgo de «obra maestra», es decir, obra destacada, saliente, que se ubica por encima de las demás, es profunda e inolvidable. Una vez más, Cronenberg hace uso de uno de sus recursos preferidos, la ciencia ficción médica verosímil; este artista muestra lo que muchas veces experimentamos en el arte en general: la belleza de lo horrible.
Dr. Alexis Vaneskeheian
(MN: 35520) (MP: 94705)
Psicólogo clínico de orientación psicoanalítica y docente
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