Nota N° 10: «‘Tres ensayos de teoría sexual’ (1920), de Freud»

   1) En el primero de los tres ensayos, “Las aberraciones sexuales”, se ocupa de la clasificación, la descripción y la explicación de las perversiones sexuales, clasificadas según el objeto sexual y el fin o meta sexual. Se basó, entre otras fuentes científicas previas, en la obra “Psicopatía sexual” de Krafft-Ebing, primer tratado médico psiquiátrico de las perversiones sexuales. Uno de los grandes hallazgos de Freud fue la percepción de que los síntomas en las neurosis (histeria de conversión, neurosis obsesiva y fobia) son la práctica sexual de los enfermos, en el sentido de que ellos, como formaciones del inconsciente, devuelven algo de la satisfacción sexual denegada por represión; así, por ejemplo, se esclarece y cura el síntoma de la tos nerviosa de Dora, paciente histérica de 18 años de edad: la psicoterapia analítica esclareció su fantasía de sexo oral reprimida, que con el síntoma de la tos ella figuraba substitutivamente sin conciencia. En consecuencia con esta ilación de pensamiento, llega a la plasmación de una segunda fórmula, a saber: la neurosis es, por así decir, el negativo de la perversión. 

   2) En el segundo ensayo, “La sexualidad infantil”, llega al descubrimiento que, junto con el del inconsciente, constituye una de las máximas conquistas de su pensamiento científico. Nunca nadie antes había advertido y esclarecido teóricamente la existencia de la sexualidad infantil; en efecto, tanto para el sentido común como para la ciencia de su época, la sexualidad comenzaba con la pubertad: Freud, por primera vez en la historia de la ciencia, señala la existencia de la sexualidad a partir del nacimiento de cada individuo. Además, diferencia en ella las siguientes fases del desarrollo psicosexual: oral, anal y genital. Recién en el posterior artículo “La organización genital infantil (Una interpolación en la teoría de la sexualidad)” (1923), diferenciará una organización genital infantil -la llamará fase fálica- de una organización genital adulta: en la primera, la polaridad sexual opone la premisa universal del pene a la castración, en tanto que la segunda introduce la oposición masculino-femenino. Cabe recordar que la sexualidad infantil es universalmente perverso polimorfa, en el sentido de que en cada niño existen conductas de las diversas formas de perversión sexual. La demora de tantos siglos y las resistencias a la admisión de una sexualidad infantil se deben a la amnesia infantil, esto es, a una repulsa a querer recordar -lo cual es algo distinto a un mero no-recordar-, que lleva al error del descuido de lo infantil. Téngase en cuenta que lo que Freud llama complejo de Edipo (es decir, el conjunto de representaciones y deseos que giran en torno del famoso mito griego) se sitúa en la fase de la organización genital infantil: en el varón, la masturbación se centra en el órgano masculino del pene, y en la niña, en el clítoris. En trabajos posteriores a 1923, hará otro novedoso descubrimiento, el cual sienta las bases inquebrantables de lo propiamente humano en la consideración de la sexualidad: las diferencias sexuales; en efecto, sólo tardíamente Freud se da cuenta de la disimetría sexual en los desarrollos de hombres y mujeres: nota que los varones abandonan el complejo de Edipo por el complejo de castración, en tanto que las niñas ingresan al complejo de Edipo por el complejo de castración. De esto último se siguen grandes consecuencias: principalmente, los problemas relativos al abandono del complejo de Edipo y la formación del superyó en las mujeres. Muchos años después, Lacan acompañó esta verdad humana descubierta por el padre del psicoanálisis con su famosa formulación: “no hay relación sexual”, es decir, no hay proporción entre los sexos. 

   3) Por último, en el tercer ensayo, “Las metamorfosis de la pubertad”, enseña que, como antes se señaló, la sexualidad de la pubertad no es el inicio de la sexualidad sino un re-inicio de la misma, luego de un período de latencia (glaciación) que media entre la sexualidad infantil y ella. En la pubertad, tienen lugar cambios físicos debidos a la maduración orgánica; aparecen los caracteres sexuales primarios (la formación de sustancias genésicas) y los caracteres sexuales secundarios; asimismo, señala que las elecciones sexuales de objeto no son sólo elecciones, como el sentido común consciente hace pensar, sino re-elecciones que de alguna manera se apoyan sobre la base de las primeras elecciones infantiles edípicas. La naturaleza establece las condiciones de reproducción de la especie, independientemente de que esto suceda o no en cada individuo. Téngase muy presente que Freud advierte muchos años después, ya hacia el final de su obra, que algunos psicoanalistas cometen un yerro psicologista, por así decirlo, y descuidan la maduración biológica y la aparición de las sustancias genésicas, ausentes en el período de la sexualidad infantil. Por último, señala que para que sea posible la elección o hallazgo de objeto en la vida adulta es requisito indispensable el desasimiento parental edípico, lo cual fracasa en mayor o en menor medida en el conjunto de las neurosis (recordemos otra de las fórmulas freudianas: el complejo de Edipo es el complejo nuclear de las neurosis). 

   4) El psicoanálisis sobrevivió a la censura de la moral victoriana; también lo hizo luego, ante la ocupación nazi. Afortunadamente, esta psicología profunda que requiere del amor a la verdad puede ser dada a conocer y practicarse en tiempos en que la sociedad ha ganado libre expresión y tolerancia. Así, ofrece no sólo una teoría psicológica sino también un método terapéutico que busca recuperar en los enfermos neuróticos la capacidad de amar y la capacidad de trabajar.

Dr. Alexis Vaneskeheian 

Psicólogo clínico de orientación psicoanalítica y docente 

(MN: 35520) (MP: 94705)

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